domingo, 30 de agosto de 2009

ANÓNIMOS HISTÓRICOS II: BERTHA

Volvemos de vacaciones, y comenzamos con fuerza con la que varios lectores han calificado como su sección favorita. Nacida en principio como subsección de "Anónimos Ilustrados", he aquí el segundo post de la emancipada serie "Anónimos Históricos".

Y volvemos a hablar de un alemán, o en este caso una alemana. En efecto, nuestro segundo anónimo histórico es más bien una anónima. Su nombre: Bertha Ringer. Se trata, como verán más adelante, de una mujer brillante. Mujer que tuvo a bien casarse con un auténtico genio: el señor Karl Benz. En efecto, Bertha (ya es amiga, así que la llamaré por su nombre), fue la mujer del inventor del automóvil. Y mucho más que eso, ya que le apoyó incluso antes de contraer matrimonio. Ella compró el taller de mecánica donde Karl trabajaba, cuando estaban prometidos. Dicho taller estaba en la ruina, y probablemente sin él la invención del automóvil se hubiera retrasdo mucho tiempo.



Sin embargo Bertha no está aquí por haber comprado nada. Karl trabajó en su taller, desarrollando todo loq ue si impresionante ingenio le sugería. De esta manera consiguió concebir el primer vehículo autopropulsado: el primer automóvil. Por supuesto este primer embrión de coche estaba lleno de problemas que el señor Benz iría resolviendo.

Pero pasaban los años, y aquel invento no parecía suscitar demasiado interés. Y nadie lo quería comprar. "Lógico", pensaba su creador, "Aún necesita muchas mejoras antes de que alguien lo acepte". Sin embargo su mujer no pensaba lo mismo. O al menos no en agosto de 1888. Y un buen día decidió demostrárselo a sí mismo, a su marido, y al resto del mundo. Así, se levantó muy temprano aquel día, y despertó a dos de sus tres hijos (Richard y Eugen, de 14 y 15 años). Pero no a su marido. Dejó una nota escrita, que decía algo así como "Hemos ido a ver a la abuela", y se dispusieron a hacer el histórico primer viaje en coche.

Se trataba de un viaje de unos 106 km (de Mannheim a Pforzheim), que obviamente no iba a ser fácil. Ella podría tener más o menos confianza en su marido y en el invento de éste. Pero sabía que el coche no iba a llegar de un tirón a su destino, y que tendría que superar más de una adversidad. Como la rotura de una cadena, que pudo ser reparada por el herrero de un pueblo del camino. O el desgaste de los frenos, de cuero, que un habilidoso zapatero pudo reparar. También había que ir rellenando el líquido refrigerante, que no fue sino agua de pozos o charcos de la zona.

Rutas de ida y vuelta del primer viaje en coche.


Y no fue el agua lo único que tuvo que reponer. Como todo vehículo a motor, el primero también se quedaba sin combustible. Y como es fácil entender, ntonces no había gasolineras. Pero sí farmacias, donde vendían ligroína: un disolvente que se obtiene del petróleo, que se vendía en aquellos años para quitar algunas manchas.



Todo parecía ir bien, pero en un momento dado el motor se paró. Extrañada, ya que había repostado, Bertha y sus hijos se dieron cuenta de que el problema provenía de una tubería del carburador, que estaba atascada. Necesitaban limpiarla. A falta de un buen trapo, la apañada esposa del inventor arrancó el pañuelo de su sombrero, que tan bonito quedaba cuando se movía con el viento, limpiando con él la tubería, y pudiendo proseguir de esta manera el viaje.

Con la siguiente dificultad vino el momento sexy del viaje. El aislamiento de un cable se deterioró, y no podían permitirse llevar el cable al viento. Esta vez Bertha ya no podría usar el pañuelo del sombrero, por lo que no le quedó más remedio que subirse un poco la falda, y echar mano de una liga, con la que pudo hacer la reparación.

Ya sabéis, siempre es bueno que en el coche haya alguien con un liguero...

Finalmente Bertha y sus hijos llegaron a casa de la abuela, y desde allí le mandaron un telegrama al señor Benz explicándole el éxito del viaje. Al día siguiente volvieron a coger el vehículo, volviendo a casa. Allí le contó en persona a Karl cómo fue el viaje, y le explicó, entre otras cosas, que un granjero les tuvo que ayidar a subir una cuesta, que debía incorporarle una nueva marcha para poder salvar algunas pendientes.

"Así que -pensará más de uno- el primer viaje en coche lo hizo una mujer..." En efecto. Pero no se queda ahí la cosa. El viaje de Bertha fue mucho más visionario de lo que aparenta. ¿Qué hizo Bertha?

Recapitulemos: Bertha cogió a escondidas el coche de su marido, sin su consentimiento, claro, para ir ella con dos de sus hijos a ver "a la abuela" (suegra, si lo vemos desde el punto de vista del marido). Lo de las averías del camino lo paso por alto. No así el hecho de que al volver a casa al día siguiente todo lo que ha trascendido de la conversación entre el matrimonio es que ella se quejó de que el coche iba mal. Eso, y que además aseguró a su marido que lo había por su bien de él. Señores, ¿cuántas veces se ha repetido esta historia a lo largo de los más de 120 años que han pasado desde entonces? Eso sí, hay una diferencia. Un matiz importante: Bertha le echó gasolina al coche...

Sea como fuere, Bertha demostró merecer ser protagonista de una entrada de Siete Piezas. Y he aquí, por supuesto.

CUIDENSE.

Si alguien quiere más información:

Wikipedia
Artículo sobre el viaje
Memorial Route